Nuestra lengua es nuestra fuerza

Por: Leandro Vinasco 


Reseña de: “CABALLERO RODRÍGUEZ, Oscar (2001). “Aproximación sociolingüística a la comunidad gitana Rom de Colombia”. En: Forma y Función No. 14. Noviembre de 2001. Págs 67 – 82

Hurgando dentro de los archivos que han construido lo que podríamos denominar como “Historia de la Lingüística Colombiana”, hemos encontrado en la Revista Forma y Función el interesante artículo: “Aproximación sociolingüística a la comunidad gitana Rom de Colombia” del profesor Oscar Caballero Rodríguez.

En este texto el autor se propone contribuir al conocimiento y valoración de la comunidad gitana Rom de Colombia -denominada Romanés, así como dar a conocer y contribuir a la valoración de la comunidad Gitana Ludar de Colombia -denominada Rumeniaste-.

Se tratan aquí de forma sucinta temas como la historia de las lenguas romaníes y gitanas haciendo énfasis en su origen indio y en la multitud de variantes que presentan, fruto de los distintos grados de contacto lingüístico a los que se han visto expuestas por el carácter esencialmente nómada de sus culturas y la migración constante a la que han sido sometidas. Otros temas de importancia son la vitalidad actual de estas lenguas en nuestro territorio, sus distintas ubicaciones geográficas y número de hablantes, entre otros.

Caballero Rodríguez hace especial hincapie en la lengua como factor principal de preservación de la identidad del pueblo gitano y cita una antigua frase popular de raigambre gitana: “Nuestra lengua es nuestra fuerza”. Resumiremos a continuación los principales aparte del artículo, sólo a manera de introducción e invitación a leer el mismo y seguir los demás trabajos de este investigador y docente de la Pontificia Universidad Javeriana.

Vitalidad de las lenguas gitanas en Colombia:

Teniendo en cuenta la vital importancia que reviste la lengua como factor de cohesión social al interior de las comunidades gitanas dispersas por el mundo, es importante destacar que en la actualidad en el territorio colombiano no existe en ningún caso hablantes monolingües dentro los gitanos Rom del país, quienes se caracterizan por ser bilingües en romanés y español de Colombia.

Este bilingüismo en muchos casos se evidencia en la utilización habitual de dos nombres; uno propiamente gitano -en romanés- y otro en castellano, sin que en todos los casos exista una correspondencia entre los mismos (Forma y Función, 2001: 75).

Por otra parte, a pesar del quizás excesivo oficialismo de la lengua castellana y sus importantes valores para el intercambio y el comercio (dos de las principales actividades de los pueblos gitanos en el mundo) se puede asegurar de acuerdo a todos los registros realizados que no existe entre el grupo Rom de Colombia una posible situación de “desuso” de su lengua, la cual, por el contrario, es hablada con fluidez entre los miembros de la comunidad, quienes se muestran orgullosos de la misma (Forma y Función, 2001: 76).

Además de ello, destaca el hecho de que algunos hablantes de mayor edad conserven una cierta competencia en una o varias lenguas europeas como resultado de sus migraciones por el viejo continente.

La vitalidad etnolingüística del grupo gitano Rom de Colombia no es mantenida por un alto estatus económico ni socio-histórico, ni debido al peso demográfico o el posible apoyo institucional que recibe, factores frecuentemente citados como infaltables para el mantenimiento vital de una lengua.

En el caso de la comunidad gitana de Colombia, su realidad sociolingüística está fuertemente marcada por una elevada apreciación endógena del grupo, que se convierte a su vez en el factor determinante para la conservación de la vitalidad del romanés en sus respectivas comunidades y enclaves territoriales (Forma y Función, 2001:76).

 

Elección y usos del romanés y el castellano:

“En casa -actualmente- los niños y niñas gitanos están aprendiendo conjuntamente de sus padres y familiares el romanés y el castellano los cuales son usados indistintamente para la comunicación intrafamiliar -con alguna predominancia del primero-, situación que no se presentaba en las generaciones anteriores que sólo adquirían el castellano en edades más avanzadas cuando las relaciones económicas -lectura de mano, comercio y demás- así lo exigían” (Forma y Función, 2001:76 – 77).

De igual forma, se hace notorio que: “… aunque el castellano haya desplazado el uso exclusivo del romanés en el ámbito familiar, ambos códigos se utilizan de manera paralela y el romanés mantiene -en gran parte- sus características fonéticas y gramaticales…” según lo explica Caballero Rodríguez (Forma y Función, 2001:77).

Apoyado por la reciente organización política de algunas Kumpañas, el romanés se quiere sacar del ámbito doméstico para ser llevado a la escuela. Para Caballero Rodríguez esta es una realidad posible sólo a largo plazo, ya que aún sería necesario “… el desarrollo de un proceso de normatización de la lengua que lleve al establecimiento de una variedad estándar, con su gramática, diccionarios…” ( 2001: 77), y la creación y difusión de sus propios textos escritos. Una vez realizado este proceso, se debe dar inicio al proceso de normalización de la lengua, consistente en la extensión del romanés a ciertos dominios de la vida social, uno de ellos, la escuela.

Contacto lingüístico en el romanés de Colombia:

Si bien el conocimiento del idioma español por parte de la comunidad Rom asentada en Colombia es una imperiosa necesidad desde el punto de vista económico, éste es en la gran mayoría de los casos muy alejado del estándar. Por ello se le considera como una variedad baja del idioma, lo cual se debe principalmente a los bajos niveles de escolaridad que presentan sus hablantes expuestos sólo en raras ocasiones a variedades altas del castellano de manera prolongada.

En Colombia, los préstamos del romanés al castellano y viceversa son mínimos, lo cual es prueba de que estas culturas en nuestro país han evitado en la medida de lo posible los puntos de contacto, los cuales se dan -preferentemente- cuando hay un interés económico implicado, por ejemplo cuando los hombres comercian o cuando las mujeres “echan la suerte”, en estos casos el contacto es mínimo, repetitivo y ocurre generalmente en castellano (Forma y Función, 2001:78).

No obstante, esta lengua -el español hablado en Colombia- no es la única empleada en este tipo de relaciones, ya que el romanés suele tomar funciones de lengua secreta cuando ante la presencia de un particular se quiere decir algo sin que éste se entere, por ejemplo una ofensa.

 

Los gitanos Ludar:

En Colombia, a la par de la presencia de los grupos gitanos rom -aunque en menor proporción que estos- se encuentran los gitanos ludar. Su presencia en el país es registrada por vez primera en los años 80 por Villa (1986 :18) quien, como otros investigadores y fuentes (Paternina, Documentos para el desarrollo territorial, entre otros), los denominan boyás o boyhas, situándolos como un subgrupo o raza Rom, categorizaciones que los ludar no aceptan.

Llevan en nuestro territorio por lo menos cuatro generaciones y en la actualidad -y por el momento- se encuentran en la ciudad de Cúcuta (Departamento de Norte de Santander) y en la Costa Atlántica, (donde algunos conservan una vida semi-nómada al ejercer oficios tradicionales gitanos como son el espectáculo del circo y más recientemente el cine ambulante), según comenta el autor (Forma y Función, 2001:79).

Llaman a su lengua rumeniaste y superponen esta al romanés, el cual consideran como la lengua propia de los rom. El rumeniaste es en verdad una variante del rumano sólo que el propio grupo ha perdido conciencia de esto.

El grupo ludar sufre un desplazamiento de su lengua, debido en parte a que los ludar hablan y entienden el romanés mientras los rom no manejan el rumeniaste, y de igual forma porque los ludar consideran su lengua como un idioma y al romanés como un dialecto, puesto que el primero lo escriben y lo leen y el segundo no (Forma y Función, 2001:80).