Las caucherías en el Amazonas, Caquetá y Putumayo: 100 años después

Por: Liz Castro


 

Aprovechando la conmemoración del centenario de las llamadas “caucherías”, realizadas por la Peruvian Amazon Rubber Company, más conocida como la Casa Arana, en el alto Amazonas, Caquetá y Putumayo colombianos y la próxima publicación del recién nombrado Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa: “El Sueño del Celta”, novela histórica donde se relata la vida de Sir Roger Casement, personaje ampliamente controvertido pero quien diera cuenta ante el parlamento británico del genocidio atroz ejercido contra los indígenas del Putumayo por esta empresa, hemos querido hacer un breve recuento general sobre la historia de la explotación cauchera en Colombia. Este cruento episodio, que dividiría en dos el curso de muchas comunidades indígenas de nuestro país, se ha ido borrando con el paso del tiempo de la memoria colombiana por diversas razones políticas y sociales.

Para poder comprender de manera holística el contexto social y político en el cual se dio el auge del caucho y, específicamente, el régimen esclavista de la casa Arana, es necesario dar cuenta, por un lado, de las dinámicas políticas y económicas del país desde mediados del siglo XIX, que conducirían a la explotación masiva de este árbol en todo el territorio amazonense y, por otro, los imaginarios que mediaron para que este hecho permaneciera, hasta cierto punto, al margen de la realidad nacional. El siglo XIX fue un siglo eminentemente conflictivo en la historia colombiana, tanto a nivel político como a nivel económico, ya que serían fenómenos como la Guerra de los Mil Días y el conflicto colombo-peruano, los que en cierta medida contribuirían a configurar el panorama de la explotación cauchera en el país. Es así como la llamada “fiebre de la quina” (1850 – 1882), que atraería a múltiples empresarios hacia zonas del piedemonte colombiano y que tenía como centro de actividades a Mocoa-Putumayo, se acabaría rápidamente a raíz de la caída del producto en la bolsa y del estallido de la Guerra de los Mil Días; este conflicto, además de causar un aumento en el precio de la quina terminaría por paralizar su explotación por dificultades en su transporte. (Pineda, 2003)

Todos los actores involucrados en el comercio extractivo de la quina, se verían entonces forzados a internarse más hacia el oriente del país en busca de nuevas formas de sustento, encontrándose con vastos territorios ricos en materia prima, principalmente caucho, pero habitados por amplias y diversas comunidades indígenas, con las cuales habían tenido muy poco o casi nulo contacto. Rápidamente se formaron redes comerciales en torno a la explotación de una variedad de caucho llamada Castilloa, pero su explotación no duraría mucho, por diversas razones. En primer lugar, esta variedad de caucho, a diferencia de las otras dos variedades existentes (Hebea Brasiliensis y Negro) debía ser cortado para poder extraer el látex, en oposición, por ejemplo, al Hebea Brasiliensis cuya explotación se daba por medio de cortes transversales en la corteza del árbol. Este sistema de explotación, ya ampliamente desarrollado en el bajo amazonas brasilero, consistía en que un sólo hombre, llamado “siringueiro”, hacía una suerte de recorrido circular por sectores del bosque aledaños a su casa cortando los árboles e introduciendo una especie de vasija donde caía el latex, el cual era posteriormente recogido; esto en virtud de que los árboles de caucho se encontraban dispersos debido a las condiciones ecológicas propias del bosque. Posteriormente, el caucho recogido era entregado al patrón o “siringalista”, quien a su vez lo negociaba con las casas comerciales. (Pineda, 2003)

La explotación masiva del Castilloa en el país, a través de su tala, produjo que prácticamente desapareciera en cuestión de 10 años, por lo que los caucheros nuevamente tuvieron que movilizarse internándose más hacia el oriente, donde encontrarían condiciones viables para la explotación del llamado caucho Negro. Es así como se establecerían asentamientos alrededor de los ríos Igará-Paraná, Cara-Paraná y Cahuinarí, donde los caucheros rápidamente instauraron redes de comercio con Iquitos y Manaos, centros de la economía cauchera de Perú y Brasil, y en las cuales las comunidades indígenas jugarían un papel central como unidades de producción. Es así como ya para 1900, la compañía cauchera “Calderón” del Putumayo esclavizaba a poblaciones uitoto, andoque, nonuya y bora prohibiéndoles desarrollar sus actividades tradicionales en pos de la producción cauchera.(Pineda, 2003). Esto se debió, en gran medida, a los imaginarios que sobre el Amazonas y sus habitantes se han establecido históricamente.

Los imaginarios que la sociedad nacional ha construido sobre los territorios del Amazonas, Caquetá y Putumayo han estado mediados por visiones contradictorias sobre los territorios selváticos como paraísos naturales y económicos, pero al mismo tiempo como una suerte de “infiernos verdes”, espacios inmensos y desconocidos frente a los que el hombre “civilizado” no sabe cómo enfrentarse ni mental, ni físicamente. En esa medida, los pueblos indígenas amazónicos se han concebido de distintas formas a través de la historia, pero por lo general, han primado visiones relacionadas con el “canibalismo”, el “salvajismo” y el “atraso” intrínseco de estos pueblos, lo cual en cierta medida justificaría el que se esclavizaran y torturaran como estrategia para asegurar un sistema de producción constante del caucho. Es dentro de este contexto que aparece en 1896 el personaje de Julio Cesar Arana en el Putumayo, si bien ya era un comerciante reconocido a lo largo del Amazonas peruano. Arana rápidamente, consolidaría su poderío económico y geográfico en toda la zona, gracias en parte al uso de la fuerza, y ya para 1904 funda la sociedad J.C Arana y Hnos., la cual para 1907 sería la Peruvian Amazon Rubber Company con sede en Londres. Cabe recordar que para esta época existía ya un clima de tensión entre Perú y Colombia por cuestiones relacionadas con límites territoriales y, en esa medida, Arana muchas veces contó con apoyo del ejército peruano en sus incursiones en territorio colombiano. (Pineda, 2003)

“Arana no sólo era un prospero cauchero, sino un verdadero hombre de patria. En Colombia, sin embargo, la imagen de la Compañía había sido cuestionada desde años atrás, cuando los caucheros colombianos habían solicitado de forma reiterada la protección del gobierno colombiano para defender sus intereses, vulnerados, según su punto de vista, por los atropellos de la mencionada Casa, que no había escatimado esfuerzo alguno para forzarlos a vender sus propiedades o a abandonar sus negocios. Se dice, con razón, que el gobierno, presidido por el general Reyes, miraba un poco despectivamente la situación como “cosas de caucheros”, y uno de sus altos funcionarios representaba los intereses de la Casa en Bogotá”. (Pineda, 2003)

En este mismo año, 1907, llega al Putumayo el ingeniero norteamericano William Hardenburg, quien es víctima en el río Cará-Paraná de una de las incursiones de los hombres de Arana en contra de los caucheros colombianos y, además, presencia el genocidio en contra de los indígenas cometido en los territorios de la Casa Arana. Su artículo “El Paraíso del Diablo” aparecería publicado dos años después en el periódico londinense Truth, generando una amplia controversia, ya que allí se acusaba a la Peruvian Amazon Rubber Company de innumerables atrocidades en los barracones. Por ejemplo, se señala que en estos “barracones”, o sitios donde vivían los “capataces” y los “muchachos” (jóvenes indígenas que servían a los caucheros), se practicaban torturas y castigos físicos con el cepo y el látigo; se forzaba a los indígenas a trabajar y a abandonar sus actividades tradicionales, por lo cual estaban expuestos a condiciones de hambruna y enfermedades mortales asociadas con las condiciones geográficas y de explotación del caucho; si no cumplían cabalmente con las cuotas de caucho pactadas o se negaban a trabajar eran mutilados, torturados con fuego y agua, crucificados o asesinados, como un sistema para infundir el miedo y el terror generalizado entre las comunidades y garantizar así una fuerza laboral constante. A cambio de su trabajo, a los indígenas únicamente se les daban ciertas mercancías a precios exageradamente altos, dentro de un sistema de intercambio por “endeude” propio de esta economía de extracción. (Pineda, 2003)

Cabe destacar que, posiblemente, el testimonio de Hardenburg no hubiera causado tanta conmoción si este viajero no hubiera enfatizado, por una parte, que esta empresa era británica y, por otra parte, que en estos barracones también se encontraban algunos ciudadanos de Barbados, para ese entonces colonia británica, ejerciendo diversos tipos de labores. Debido a esto, el Foreign Office, en vista de la negativa del gobierno Peruano de tomar cartas en el asunto, decide enviar a Roger Casement, diplomático irlandés para aquel entonces cónsul de la corona británica en Río de Janeiro, a que investigue más de cerca los “asuntos del Putumayo”. De acuerdo con Roberto Pineda: “Casement viajó al Putumayo en 1910 y recorrió gran parte del área de La Chorrera. Entrevistó directamente a los trabajadores negros provenientes de Barbados, y constató la situación de los indígenas y el funcionamiento de la Compañía. Presentó ante su gobierno un informe pormenorizado en el cual corroboraba las afirmaciones de Hardenburg … El régimen de trabajo —insistía Casement— era un verdadero sistema social fundado en el terror, y provocaría el genocidio total de los indios, si no se tomaban las medidas correctivas adecuadas lo antes posible. ” (Pineda, 2003)

A pesar de que las directivas de la compañía negaron todo conocimiento de los cargos que se les imputaban, en 1912 el parlamento británico creó una comisión con el fin exclusivo de estudiar a profundidad el caso de la Peruvian Amazon Rubber Company y dentro del marco de la investigación se citaron a declarar a todos los implicados, entre ellos Julio Cesar Arana, Roger Casement y el propio W. Hardenburg. Sin embargo, el clima social y político europeo, que desencadenaría la I guerra mundial, desvió la atención del mundo hacia otros temas, dejando prácticamente impunes los crímenes de la cauchería colombiana; la Casa Arana sobreviviría como empresa hasta la década del treinta, llegando en esta época a desplazar de manera compulsiva hacia el Perú a las poblaciones sobrevivientes (Pineda, 2003). Igualmente, la figura pública de Roger Casement, y con ello sus denuncias sobre la situación del Putumayo, perderían toda credibilidad en el contexto de la I guerra mundial, ya que en 1916 sería acusado de alta traición, espionaje y sabotaje contra la corona británica y días antes de morir ahorcado en la prisión de Pentoville (Londres) el 3 de agosto de 1916, saldría a la luz su diario personal, posteriormente conocido como “el libro Negro de Casement”, donde se aludía a su homosexualidad, algo que jamás se comprobó pero que terminó por manchar su reputación y evitó que surtiera efecto cualquier intento por solicitar su indulto. (Anónimo, 2004)

Como es posible ver, diversas circunstancias tanto políticas como sociales han influido para que este episodio haya pasado casi inadvertido por la sociedad colombiana en general, si bien no así para todas aquellas comunidades que sufrieron las consecuencias de la avaricia y el deseo de poder que se construyó en torno al caucho y a su explotación. Si bien, la demanda internacional de caucho natural decayó en gran medida después de la II guerra mundial con la aparición del caucho sintético, aún hoy en la actualidad nonuyas, uitotos, andoques, nonuyas, boras y demás comunidades indígenas de la amazonia meridional recuerdan con dolor esta triste época en el curso de su historia.

 

Bibliografía citada y consultada:

Anónimo . Industria Cauchera. Wikipedia: la enciclopedia libre. Recuperado de:  http://es.wikipedia.org/wiki/Industria_cauchera_de_Colombia 

 

Anónimo. Sir Roger David Casement. Biografías y Vidas. Recuperado de: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/casement.htm

Pineda, Roberto (2003). La Casa Arana en el Putumayo: El Caucho y el Proceso Esclavista. Recuperado de: https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-160/la-casa-arana-en-el-putumayo