ASLEC: Atlas sociolingüístico del español de Colombia
Publicado: 7 marzo, 2024
- Actualizado: 7 marzo, 2024
- Por: Yaty Andrea Urquijo Ortiz
El Instituto Caro y Cuervo se destaca no sólo a escala nacional sino también internacional por ser una de las instituciones colombianas de mayor reconocimiento y trayectoria en los estudios acerca del español y de las lenguas criollas e indígenas habladas en Colombia, distinción que lo ha situado en la vanguardia de la hispanística, la dialectología y la etnolingüística en el contexto iberoamericano.
Hoy, el Instituto enfrenta el reto de conjugar creativamente tradición y proyección y de ponerse a la cabeza de la investigación lingüística en el país, para lo cual debe apropiar los recursos conceptuales, metodológicos y tecnológicos más recientes, inscribirse en las dinámicas contemporáneas de trabajo interdisciplinar e interinstitucional y comprender, a partir de una teoría social de la lengua, las actuales problemáticas y fenómenos sociales que tienen lugar en nuestro territorio.
A propósito del desplazamiento forzado y la migración constante que ocurren en nuestro país, esta propuesta busca responder a la pregunta ¿qué pasa con el español de Colombia en escenarios urbanos de reubicación poblacional? Sería perogrullesco responder que las lenguas irán a donde vayan sus hablantes, y con ello no superaríamos la distinción tradicional que separa el universo social del sistema lingüístico. Hoy nos interesa más investigar según una perspectiva que adopte como principio la inseparabilidad del lenguaje y la vida social; es decir, estudiaremos la actividad lingüística de los hablantes como la actividad social que es. Por eso creemos que es inadmisible que la lingüística nacional siga dándoles la espalda a fenómenos de alto impacto en la vida diaria de los colombianos como el desplazamiento forzado, la migración interna y el reasentamiento poblacional por la violencia. Lo indiscutible es que hay miles de desplazados y otros tantos miles de colombianos en contacto con este inmenso grupo, “regado” por todo el país. De hecho se ha escrito y debatido bastante sobre desplazamiento y migración desde los puntos de vista político, jurídico, psicosocial, económico y antropológico, entre otros; pero no se ha reflexionado sobre nuestras lenguas ni, en particular, sobre la situación del español en este mestizaje forzoso en que hemos entrado en las últimas décadas.
Creemos que es necesario enfocar la mirada en los centros urbanos, en esos escenarios de reasentamiento poblacional en donde concurren personas de todas las regiones del país. Debemos observar nuevos asentamientos como los que están emergiendo en el sur, así como los que se generan en la periferia de las grandes ciudades, donde han surgido nuevas poblaciones y, por ende, se han configurado nuevas redes sociales.
Antes de profundizar en esta propuesta considero necesario referirme a una importante investigación que fue su fuente y su inspiración, el Atlas lingüístico-etnográfico de Colombia (Alec), enorme investigación sobre el español hablado en Colombia que registró la tradición popular de nuestro país. Recogió, por ejemplo, el léxico vernáculo relativo a dieciséis campos semánticos; entre ellos, ganadería, agricultura, fauna, flora, fiestas, comida, vestuario, partes del cuerpo, oficios y herramientas. También recogió, mediante encuestas, muestras del folclor y la onomástica; además dispuso un apartado para recolectar datos fonéticos del español rural y otro para registrar cuestiones gramaticales.
Luego de treinta años de trabajo, el resultado, publicado en 1983, fueron seis volúmenes con más de 1.500 mapas que muestran la distribución geográfica de ciertos fenómenos lingüísticos, principalmente léxicos. La obra cuenta, además, con un suplemento consistente en dos discos de larga duración que contienen muestras de tradición oral. Además, diversos elementos materiales recopilados durante su elaboración conforman un museo etnográfico. Los investigadores de entonces recorrieron el país encuestando a los campesinos de llano, montaña, sierra y costa y obtuvieron de primera mano el material necesario para la caracterización dialectal del español de Colombia. El Alec permite probar, por ejemplo, la existencia de regiones lingüísticas mediante la determinación de la extensión de ciertos fenómenos fonológicos o léxicos. Así, el profesor José Joaquín Montes Giraldo construyó una “Propuesta de clasificación dialectal” (2000) que concibe dos superzonas dialectales: la costeña y la andina, con sus respectivas subdivisiones geográfico-lingüísticas. La gran zona costeña, por ejemplo, comprende territorios de nuestros dos litorales, el Atlántico y el Pacífico. Hay que anotar que esta propuesta de clasificación dialectal, apoyándose primordialmente en material lingüístico, confirma una idea bastante difundida sobre la configuración sociocultural colombiana según la cual el país está compuesto por dos grandes bloques culturales: el costeño —que, como dije, abarca la costa del Pacífico— y el andino.
Para decirlo brevemente, el Alec permite pasar de una imagen impresionista al estudio sistemático de las hablas dialectales: que los costeños “se comen” la s es algo bien sabido por todos; pero el dialectólogo, en su calidad de investigador de la lengua, no puede quedarse con esta pintoresca noción de la diversidad dialectal. Sólo tras un estudio sistemático salen a la luz fenómenos de gran valor en el aspecto fonológico, léxico o sintáctico, como ciertas pronunciaciones de la n y de la ch, los nombres de algunos comestibles y formas de tratamiento como el tuteo, el voseo y el ustedeo. En conclusión, por sus motivaciones, alcances y proyecciones, el Alec es una obra de consulta obligatoria para quien esté interesado en conocer rasgos culturales, étnicos y lingüísticos de los colombianos.
Sin embargo, tanto por su metodología y objetivos como por el tipo de información recogida y los hablantes entrevistados —campesinos, en su mayoría—, el Alec está lejos de dar cabal cuenta de las actuales dinámicas sociales de las que participa nuestra lengua. Al hablar de los cambios acontecidos en el país en los últimos cincuenta años se suelen señalar, por ejemplo, la poderosa influencia de la tecnología y los medios de comunicación en la vida contemporánea, el avance de la escolarización —que ha significado un descenso de los índices de analfabetismo—, la democratización paulatina de las estructuras político-administrativas de los órdenes local, regional y nacional, la industrialización del país —de la mano de determinadas actividades productivas como la explotación minera y forestal—, la construcción de nueva infraestructura vial, marítima y portuaria, etc. Y sólo a veces se incluyen en este panorama de cambios —llamados grosso modo “transformaciones sociales”—, el conflicto armado, la guerra prolongada y los desplazamientos forzados, terribles fenómenos que han resultado ser tan característicamente colombianos como una taza de café “Juan Valdez” o el sombrero “vueltiao”.
Así, el Aslec intenta dar cuenta de una nueva realidad lingüística reconociendo que las lenguas no flotan en una especie de “limbo” cultural como si fuesen ajenas a los cambios sociales e históricos. Hoy la investigación lingüística no puede, en aras de la claridad, la sistematicidad y la abstracción teórica, pasar por alto lo esencial del lenguaje como fenómeno específicamente humano (Alonso 19575: 12): el habla y su fuerte vínculo con el contexto social. Las lenguas están en el ojo de la vorágine de experiencias, retos y dificultades que siempre han enfrentado —pero que quizá hoy más que nunca enfrentan— las personas, los grupos y las instituciones en el arduo camino de la supervivencia.
Procurar mostrar las tendencias y los caminos por donde se proyecta hoy el español en nuestro país nos exige asimilar detalladamente el entorno lingüístico y cultural colombiano —que sabemos rico, diverso y lleno de matices— pero también involucrar en la conceptualización de este contexto la profunda reconfiguración sufrida por el país a consecuencia de masivas y recurrentes migraciones internas que no terminan.
El objetivo central del Aslec es, entonces, entender esta reconfiguración demográfica con base en una descripción y una interpretación del estado actual del español colombiano hablado en escenarios urbanos de reasentamiento poblacional y a partir de un diálogo tripartito en que participen la lingüística, la antropología y la geografía. Desde el punto de vista lingüístico se adoptará el enfoque de la sociolingüística variacionista, con cuyo concurso se podrán analizar los fenómenos de variación lingüística presentes en situaciones de contacto de variedades del español en zonas urbanas de reubicación poblacional. Desde el antropológico se pretende describir las dinámicas tanto de la migración interna como de los escenarios urbanos con reubicación poblacional con base en marcas sociolingüísticas propias de comunidades de habla en contacto. Por último, el enfoque geográfico busca identificar, a partir de las actitudes lingüísticas de los hablantes inmersos en escenarios de reasentamiento urbano, la construcción
social de sus nuevos espacios y las diversas formas de apropiación de su territorio.
¿Pero que es la sociolingüística en términos generales?, retomo la propuesta de Carmen Silva-Corvalán, quien la concibe “como disciplina interdependiente, con una metodología propia, que estudia la lengua en su contexto social y se preocupa esencialmente de explicar la variabilidad lingüística de su interrelación con factores sociales y del papel que esta desempeña en los procesos de cambio lingüístico” (Corvalán 1992). Es sabido el interés de esta disciplina por los escenarios urbanos, en tanto que son centros donde concurren y convergen distintos grupos sociales y donde entran en contacto usos lingüísticos variados, con lo que se producen modificaciones permanentes en los procesos lingüísticos de la ciudad. (Caravedo 1990)
El siglo XX se caracteriza por un fenómeno de ruralización de los espacios urbanos, promovido por el flujo masivo de población rural hacia las ciudades (Caravedo 1990); esto ha sido determinante en el desarrollo de variedades no estándares al interior de las grandes urbes industriales en donde se establecen diferenciación y estratificación social. Es decir, anteriormente la diferenciación lingüística era fundamentalmente regional, ya que la mayoría de la población se ubicaba en áreas rurales; en la actualidad, en cambio, la diferenciación lingüística es fundamentalmente social dado que la mayoría de la población se concentra en los escenarios urbanos. (Campoy 2001)
Las ciudades abrigan variadas dinámicas de interacción entre individuos y grupos (profesionales, generacionales, étnicos, etc.) así como estructuras y relaciones sociales diversas. La sociolingüística enfrenta, entonces, el reto de sistematizar una masa de fenómenos a partir de conceptos que capturen las características más predominantes del habla de los sujetos en la ciudad.
Por esta, y muchas otras características que he nombrado anteriormente, esta propuesta se realizará en algunas de las principales ciudades receptoras de población que se encuentra en condiciones de desplazamiento forzado y migración, tales como: Bogotá, Medellín, Santa Marta, Cali, Bucaramanga, entre otras.
En conclusión, esta propuesta no busca dar cuenta de cómo hablan los desplazados, ni demarcar lingüísticamente comunidades en contextos de desplazamiento. Solo intenta una aproximación interpretativa de estos escenarios de reasentamiento poblacional y su contacto cultural, a través de unas tendencias del cambio en la lengua que permean fuerzas sociales de reafirmación cultural, adhesión, adaptación o resistencia. Así pues, quedan inquietudes como ¿Qué lingüística hacer en un país en guerra? ¿Cómo repensar el concepto de lengua en contacto? Estas y muchas otras inquietudes irán emergiendo a lo largo del proyecto, que esperamos compartir y establecer escenarios de diálogo interdisciplinar, para la construcción de nuevas teorías y metodologías acerca de la ciencia del lenguaje.